Diciembre de 2010
QUE SE ABRAN NUESTROS OJOS
El Señor nos regaló, un sábado más, poder compartir la tarde con muchas familias.
VEN, SEÑOR, era la aclamación que surgía de nuestros corazones una y otra vez. Ven, Señor, y hazte presente en nuestras vidas de una manera nueva. Porque tu presencia todo lo hace nuevo, porque Tú haces posible lo imposible.
Cuando salían de Jericó, le siguió una gran muchedumbre. En esto, dos ciegos que estaban sentados junto al camino, al enterarse que Jesús pasaba, se pusieron a gritar: «¡Señor, ten compasión de nosotros, Hijo de David!» La gente les increpó para que se callaran, pero ellos gritaron más fuerte: «¡Señor, ten compasión de nosotros, Hijo de David!» Entonces Jesús se detuvo, los llamó y dijo: «¿Qué queréis que os haga?» Dícenle: «¡Señor, que se abran nuestros ojos!» Movido a compasión Jesús tocó sus ojos, y al instante recobraron la vista; y le siguieron. (Mt 20, 29-34)
Después de escuchar esta Palabra, le pedimos a Jesús que tocara nuestros ojos para que se abran y podamos verle. Reconocemos que no siempre le vemos y que hay rincones en nuestro corazón que necesitan ser iluminados por Él.
Nuestros hermanos Bea e Iñigo nos hablaron sobre la comunicación entre el hombre y la mujer.
Expusieron las diferencias genéricas que existen entre hombre y mujer, que dificultan o hacen más complejo nuestro compartir en el matrimonio. Sobre todo en la comunicación de sentimientos donde parecemos de planetas distintos.
Nos mostraron que si somos conscientes de esas diferentes maneras de expresarnos y nos “entrenamos” en la escucha empática, nos entenderemos mejor y sabremos atender adecuadamente las necesidades mutuas.
Los hombres se quejan frecuentemente de que sus esposas intentan cambiarles. Las mujeres se quejan de que sus esposos no les escuchan o no le dan importancia a sus sentimientos.
Nos dieron una valiosa lista de lo que generalmente necesita el hombre de su esposa y de lo que necesita la mujer de su esposo. También una lista de adjetivos que nos pueden ayudar a expresar nuestros sentimientos, pues, con frecuencia, las únicas palabras que utilizamos son “bien”, “mal” o “regular”.
Finalmente, nos animaron a que semanalmente dedicáramos un espacio y un tiempo para practicar la comunicación entre esposos, pues merece la pena.
También hubo su tiempo para compartir muchos alimentos ricos.
¡GRACIAS, SEÑOR!
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