BIENVENIDOS

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InfoFiat Nº 12

“Dichosos los que crean sin haber visto”

En nuestra reunión mensual, esta vez celebramos una Eucaristía. Era la primera vez que nos reuníamos después de Pascua y una bonita manera de celebrar que Cristo está vivo entre nosotros.


Desde el año 2000, por indicación de Juan Pablo II, el segundo domingo de Pascua es también el domingo de la Divina Misericordia.

El Evangelio del domingo nos relata cómo los apóstoles estaban reunidos con las puertas cerradas porque tenían miedo. Hacía unos días que Jesús había muerto y estaban desconcertados.

Jesús se presenta en medio de ellos. Lo primero que les dice es “paz a vosotros” y después les muestra las marcas de su pasión grabadas en su cuerpo.

Tomás aquél día no estaba. Parece que al haber muerto Jesús, las cosas ya no eran como antes y había decidido “pasar el día por ahí” en lugar de permanecer fiel a su comunidad.

Los discípulos contaron a Tomás que Jesús había venido a visitarles, pero Tomás no dio crédito a lo que le contaban.

A la semana siguiente, la comunidad se volvió a reunir y esta vez sí estaba Tomás. Jesús se volvió a presentar y se dirigió a Tomás mostrándole los agujeros de las manos y la llaga del costado. En ese momento, Tomás le reconoció: “Señor mío y Dios mío”.

El sacerdote, en la homilía, nos hacía reflexionar sobre el hecho de que Tomás no es que no creyera que Cristo había resucitado, sino que no creyó a los discípulos.

Nos ocurre a nosotros también. Cuando algo se nos tambalea en nuestra vida nos entran dudas y nos preguntamos dónde está Dios. No le vemos cuando las cosas no acontecen como tenemos planeado. Y me viene a la cabeza la frase de aquella niña que al morir su madre preguntó a su padre: “pero papá, Dios sigue existiendo ¿verdad?”.

InfoFiat Nº 11

Confío en tu palabra
“Que llegue hasta mí tu misericordia, Señor,
y tu salvación conforme a tu promesa.


Así responderé a los que me insultan,
porque confío en tu palabra.

No quites de mi boca la palabra verdadera,
porque puse mi esperanza en tus juicios.

Yo cumpliré fielmente tu ley:
lo haré siempre, eternamente.

Y caminaré por un camino espacioso,
porque busco tus preceptos.

Hablaré de tus prescripciones delante de los reyes,
y no quedaré confundido.

Me deleitaré en tus mandamientos,
que yo amo tanto.” (Sal 119, 41-47)
Esta preciosa palabra nos regaló el Señor durante la oración. Él es fiel y siempre cumple sus promesas. Por eso, en este tiempo litúrgico que estamos viviendo, sentimos de una manera especial en nuestro corazón la misericordia que Dios ha tenido y tiene con cada uno de nosotros. Nos sentimos salvados; no en vano Jesús padeció y entregó su vida por nosotros rescatándonos de la esclavitud y haciéndonos personas nuevas y libres.

La enseñanza de los mayores trató sobre el dinamismo de la familia.

Veíamos cómo Dios tiene un plan para cada uno de nosotros mucho antes de haber nacido a este mundo y cómo a veces nos revelamos a ese plan de Dios porque no coincide con el nuestro.

La familia es una realidad en continuos cambios. Empieza con el noviazgo y matrimonio, a unos Dios les da hijos, esos hijos van creciendo, se marchan de casa, nuestros padres se hacen mayores, fallecen, nosotros también nos hacemos mayores, fallece un cónyuge...

A veces nuestro error es tratar de tener todo controlado, todo planeado. En una familia eso es imposible. Como hemos visto, nuestra familia va cambiando, sus necesidades también. Sólo debemos estar abiertos a estos cambios, a esas situaciones nuevas que se van produciendo; en definitiva a las necesidades cambiantes de nuestra familia.

Para algunos, estas situaciones les pueden provocar desestabilización y se revelan, pero nosotros debemos plantearnos estos cambios como oportunidades que el Señor nos da para crecer.
Dios quiere que nuestra familia sea una familia dinámica y que ese dinamismo suponga para nosotros un camino de evangelización para el mundo.
LOS CHAVALES “MEDIANOS”
Hablamos de la fábula de la zorra y las uvas; pero claro, no conozco a ninguna zorra que coma uvas; sin embargo sí conozco a mucha gente que actuamos como la zorra de la fábula (cuando algo no lo podemos alcanzar pensamos: "¡Bah!, ¡No vale la pena!, no es bueno, etc,) es decir, la fábula es una forma de decirnos algo que es verdad, pero que no se puede interpretar al pie de la letra.
Algo parecido pasa con lo que nos dice la Biblia sobre la Creación; no eran científicos con sus instrumentos de medición y sus muchos años de investigaciones los que nos hablaban de la creación del mundo y del hombre, sin embargo sabemos que fue obra de Dios. Sabemos que hay un tiempo para descansar, que el hombre es frágil como el barro (nos entristecemos, nos enfadamos...), que tiene algo divino dentro y muchas más cosas que se nos dicen tan bellamente en la creación.
También vimos qué cosas malas había en nuestra vida y nos sorprendimos cuando en tiempos de Jesús, ante algunos pecados gordos, mataban a pedradas a quien los hacía; pero Jesús nos enseñó, cuando perdonó a la mujer adúltera, que Dios perdona siempre y debemos perdonarnos porque todos hacemos cosas malas.
Descubrimos cómo Jesús nos dejó a los sacerdotes para confesarnos y así ayudarnos a recibir el perdón de Dios, pero también la ayuda para dejar de pecar.
Esta Semana Santa que empezamos a vivir es un tiempo propicio para ello. El Señor nos recordaba el miércoles de ceniza “convertios y creed en el Evangelio”. Así pues, sería una bonita manera de comenzar acudiendo al sacerdote para recibir el perdón por aquellas cosas que no hemos hecho bien.