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InfoFiat Nº 41

Enero 2014

Un sábado más el Señor hizo posible que varias familias de la zona centro nos reuniéramos en torno a Él.

Si muchos rodeos, con el salmo 96, el Señor se puso como centro de atención de todos nosotros:

“Familias de los pueblos, aclamad al Señor, aclamad la gloria y el poder del Señor…”

Exactamente eso era lo que el Señor nos pedía al poco de haber iniciado el tiempo de oración.


Otro salmo más nos regaló el Señor:

Dichoso el que teme al Señor y sigue sus caminos.
Comerás del fruto de tu trabajo,
serás dichoso, te irá bien;
tu mujer como parra fecunda, en medio de tu casa;
tus hijos como renuevo de olivo, alrededor de tu mesa.

Esta es la bendición del hombre que teme al Señor.
Que el Señor te bendiga desde Sión,
que veas la prosperidad de Jerusalén todos los días de tu vida;
que veas a los hijos de tus hijos.
¡Paz a Israel! (Sal 128)

Después, los chavales tuvieron sus catequesis con Clara y Sara y los adultos trabajamos con el taller nº 3: Una nueva siembra.

Inmaculada y José Luis nos ayudaron a entender mejor este tema. Comenzaron su exposición con la lectura de Jn 3, 1-8 en la que Dios nos manifiesta su deseo de que nazcamos de nuevo. Parece algo complicado y, ciertamente lo es, pero Él está deseando hacernos criaturas nuevas.

Nuestros queridos hermanos fueron enriqueciendo su enseñanza con sus testimonios: “si te entregas de corazón a Dios y te decides por él, nunca te va a dejar. Es posible nacer de nuevo gracias a él”.

El taller habla de la nueva siembra, de modo que fuimos reflexionando sobre todo aquello que en nuestro matrimonio y en nuestra familia hemos ido sembrando: palabras, acciones y actitudes.

Estábamos de acuerdo en que no siempre nos toca a nosotros recoger la cosecha y también coincidíamos en que, en ocasiones, los frutos no se corresponden con las semillas plantadas. Nos acordamos de aquellas familias que sufren con sus hijos drogadictos, alcohólicos,… 

Es necesario que nuestra siembra la hagamos en buena tierra, abonada por la Palabra y por la oración.

Finalizada la enseñanza, cada uno escribió en un papel –que luego compartió con su cónyuge- lo que considera que ha sembrado y los frutos que ha obtenido. También compartimos entre todos algunas de las cosas que escribimos.

Y, como siempre, terminamos con un suculento pica-pica que compartimos entre todos.

Gracias Señor.

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