Te he visto de pie, andando; sin silla ni muletas.
¡Éramos muchos los que habíamos esperado este momento!
Pero... ¿sabes?, no ha sido el verte subir la cuesta con tus piernas fortalecidas, ni tu equilibrio al dar los pasos, ni tu pierna cada vez más enderezada, lo que más me ha impresionado.
No, Sara, no. Lo que aún tengo grabado en mi recuerdo, ha sido tu mirada, tu semblante sereno,
testigo del paso de Dios por lo profundo de tu corazón, allí donde sólo su Palabra poderosa llega y todo lo alcanza; y toda fibra, nervio y célula es vivificada, recreada, hecha nueva.
Y mientras me mirabas, continuamente venía a mi memoria: “Si tuvierais fe como un granito de mostaza…” Y es que no es lo más milagroso tu andar, sino el mimo y delicadeza con que el Señor, con paciencia y ternura, ha hecho crecer tu fe hasta poder ser como ese grano minúsculo capaz de mover montañas.
No puedo imaginar la cara que pondrán tus compañeros, ni el asombro de tu fisioterapeuta o la expectación de tus vecinos.
Y es que ahora, de vuelta a casa por estas carreteras, me llena un sentimiento de satisfacción y… ¿sabes?, me siento tremendamente orgullosa de mi Padre, de nuestro Padre Sara. ¡Qué cuidado! ¡Cómo sabe hacer las cosas!
En verdad contigo hemos recobrado fuerzas, se ha avivado nuestra esperanza, fortalecido el corazón y sanado nuestra incredulidad, mientras seguimos escuchando la dulce voz de nuestro Maestro que resuena en cada uno de nuestros hogares y nos dice , como a ti: “Levántate y anda".
Un beso, Sara. ¡Bendito sea el Nombre el Señor ahora y por siempre!
Mamen
[Sara fue curada por el Señor el día 2 de Julio, festividad del Corazón Inmaculado de María. Y se me ocurre pensar que la Madre de todas las madres algo tuvo que ver en todo esto.]