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InfoFiat Nº 21

Abril de 2010

En verdad, en verdad os digo: llega la hora (ya estamos en ella) en que los muertos oirán la voz del Hijo de Dios, y los que la oigan vivirán. Porque, como el Padre tiene vida en sí mismo, así también le ha dado al Hijo tener vida en sí mismo, y le ha dado poder para juzgar, porque es Hijo del hombre. No os extrañéis de esto: llega la hora en que todos los que estén en los sepulcros oirán su voz. Y saldrán los que hayan hecho el bien para una resurrección de vida, y los que hayan hecho el mal, para una resurrección de juicio.” Jn, 5, 25-30.


Asistimos 11 familias, aunque nos cuesta la puntualidad.
Comenzamos como habitualmente con cantos gestuales pensando en los más pequeños. La alabanza fue fuerte entre cantos y exultación por nuestro Dios y Señor. Hubo un suave susurro del Espíritu y a continuación la Palabra escrita al principio.
El Señor nos recuerda que estamos en tiempo de Pascua. Que hemos resucitado con Él para una vida de gracia. Por eso debemos estar atentos para oír su voz cada vez que nos habla. Terminamos con peticiones que no acababan nunca.
Los más pequeños
Antes de terminar la alabanza marcharon con Letty y compañía para jugar un rato y comenzar su dinámica a la que luego se unirían nuestros jóvenes. Terminarían haciendo dos poster que representaban la Resurrección. Muy bonitos y bien trabajados.
Los medianos
Tratamos el tema de Santiago basándonos en los 2 primeros cuadernillos de la diócesis de Santiago.
Con más detalle vimos: su llamada, oficio, quién era, dónde vivía, su importancia en el evangelio, un resumen de su vida y la llamada que los niños tienen a ser discípulos de Jesús en su situación concreta.
Los mayores
Comenzamos compartiendo sobre un artículo de Monseñor Martín sobre la familia y su función en la Iglesia y acabamos en las nubes cibernéticas (de Iñigo), en la que había descargado las enseñanzas pasadas.
Quizás nos pareciera que nos casamos por la Iglesia por costumbre o porque sencillamente somos cristianos. ¿Qué íbamos a hacer si no? Pues no, nos casamos respondiendo a una llamada de Cristo a compartir su amor, su poder de dar vida y a ser imagen de Dios en el mundo. Terminamos entre risas y bromas, pero fue un rato agradable y distendido.
Y al final, la cena en la que siempre nos ponemos las botas. Amen.

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